Escribí un borrador de este primer relato, "Pelea de Gallos", cuando cumplí los 19 años. Hoy, 16 años después, le he dado nueva forma y están ustedes a punto de ver el resultado final.
Esta historia es una fábula llena de humor sin pretensiones filosóficas, diseñada sólo para hacerles pasar un rato divertido.
Les recuerdo que son ustedes siempre bienvenidos en mi página de autor de facebook
Espero que la disfruten:
PELEA DE GALLOS
"Querido lector, voy a hacerle partícipe de un secreto que mucha
gente desconoce:
los animales hablan, como usted y como yo. No ponga esa cara. Sé que
es un hecho insólito, pero es la pura verdad. Es un secreto que muy
pocos conocemos porque los animales son muy cuidadosos y no se dejan
oír por los humanos.
Voy a contarle una historia que sucedió no hace mucho tiempo, aunque
tampoco poco, sino todo lo contrario. Por tanto, sucedió hace un
indeterminado tiempo en un indeterminado lugar. Sobra decir que he
cambiado los nombres de los protagonistas para mantener su anonimato
y, sobretodo, para evitar querellas judiciales.
Era que se era una granja en, vamos a decir, Tirilandia. En esta
granja había un corral de gallinas, en número de a ocho, y estas
gallinas estaban presididas por gallos, en número de a uno.
Un día la Dueña y el Dueño trajeron otro gallo que habían
encontrado perdido en el bosque y lo arrojaron dentro del corral.
Cuando los animales se quedaron solos, el gallo que presidía el
corral, que respondía al nombre de Pertinaz, interrogó al recién
llegado, que respondía al nombre de Romeo. Resultó que éste había
sido abandonado a su suerte por sus antiguos amos, y estaba buscando
un corral en el cual ejercer su mandato. Cuando Pertinaz iba a
responder a tan grande falta de respeto, fue despojado de su hasta
entonces trono y sustituido por Romeo, que era más fuerte, atractivo
y ligón.
En un par de semanas la situación era insostenible. Romeo se había
hecho con el control del corral, disponiendo de las ocho gallinas
para él solo, para satisfacción de sus más bajos instintos
amorosos, y para colmo la mejor comida era para él.
Pertinaz reunió el valor suficiente para encararse con su
archienemigo.
- Disculpa, amigo Romeo- dijo Pertinaz.
Romeo se hallaba encaramado a una gallinita en aquel momento, así
que el anterior rey del corral esperó observando la escena. El nuevo
dictador soltó un kikirikí de placer y alejó a la gallina de un
puntapié. Después se acostó sobre su espalda dejando las dos patas
apuntando al techo. Tenía la lengua fuera, aún jadeante por el
esfuerzo de la procreación. Ya recuperado, dijo:
- Te escucho, amigo Pertinaz, pero que sea para hoy, que me quedan
dos gallinas por cubrir.
Pertinaz se aclaró la voz para comenzar su intervención, pero aún
así le salió voz de pito:
- Romeo, he de decir que estoy soliviantado por la inusual situación
en la que me hallo en la actualidad.
- ¿A qué te refieres?
- Pues que las que antes eran mis novias ahora son las tuyas; la que
antes era mi comida ahora es la tuya.
- Pero amigo, es que tú eres demasiado escuálido para atender a
todas las gallinas. Yo, sin embargo, soy una bestia parda.
Ambos guardaron silencio un momento. Romeo parecía reflexionar.
- Te propongo algo, amigo Pertinaz. Un concurso. El que gane se lo
queda todo.
- Te escucho. ¿Qué tipo de concurso? ¿Qué propones?
- Estamos a uno de diciembre. Te propongo que, durante un mes, cada
uno haga lo que mejor sepa hacer, y el que no aguante pierde. Yo me
dedicaré a cubrir a mis amigas las gallinas varias veces al día...
a todas. Y tú te dedicarás a comer todo lo que encuentres varias
veces al día también. Cuando pasen treinta días veremos el
resultado.
- Trato hecho.
Pues a eso se dedicaron nuestros dos gallos.
Romeo empezó a copular con las gallinas como un loco. A los diez
días del comienzo del reto ellas solas estaban en fila esperando a
Romeo todas las mañanas para la sesión matinal.
Pertinaz, por su parte, no hacía otra cosa que comer. Comía por la
mañana, por la tarde, por la noche, entre horas, entre horas de las
entre horas anteriores... Lombrices, gusanos, pienso, todo se lo
tragaba.
A los veinte días ambos empezaban a dar signos de hastío. Romeo
soñó una noche que copulaba con la Dueña en todas las maneras
conocidas y por conocer, y que el Kamasutra se le quedaba corto para
dejarla satisfecha.
Pertinaz soñó en una ocasión que estaba comiéndose un bebé de
lombriz y una lombriz gigante, madre de la otra, le perseguía con la
intención de arrancarle la cabeza.
También había evidencia física de los extremos a los que estaban
llegando.
Romeo se hallaba enflaquecido y ojeroso, con eterno aspecto de
agotamiento.
Pertinaz, por su parte, no podía casi ni caminar a causa de los
kilos que había engordado.
De todos modos, ninguno estaba dispuesto a capitular.
Muy en contra de su voluntad, todo acabó un fría mañana. Llegó el
Dueño portando un hacha y echó a correr detrás de nuestro amigo
Pertinaz. Éste no pudo ir muy lejos a causa de su reciente pérdida
de forma física, así que el Dueño le agarró por el cuello y gritó
en dirección a la puerta del corral:
- Cariño, este hermoso ejemplar servirá para alimentar a toda la
familia esta noche.
Y ésta ha sido la historia de cómo el astuto y pérfido Romeo se
libró de ser invitado a la cena de Nochebuena y al mismo tiempo se
quedó el harén de gallinitas para él solo".
Jejeje, estamos un grupo de amigos reunidos leyendo esto y nos tiramos por el suelo...¿Son así el resto de las historias? jajja, me parto con los pollos estos
ResponderEliminarVaya con los dos gallitos!!!
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